La colaboradora desveló que el cáncer que padece se ha complicado y «se ha disparado» en una de las zonas afectadas. Esté pendiente de una prueba tras la que decidiré, según los resultados, si sigue con el tratamiento o lo deja.
Desde junio del año pasado, Mila Ximénez (68) está luchando contra el cáncer de pulmón con metástasis que le detectaron después de sentir unos dolores muy fuertes de espalda. Un diagnóstico que, tal y como contó, no esperaba, pero que afronté con coraje y valentía asegurando que está enfermedad «no iba a poder» con ella. Tras el ‘shock’ inicial, desde el primer momento se puso en manos de los médicos siguiendo el tratamiento de quimioterapia que le indicaron. Unos ciclos que continúan ocho meses después y que, como para muchos enfermos, están siendo muy duros para ella. Lo que también tuvo claro desde que le dieron el diagnóstico es que quería seguir trabajando porque eso le da «la vida», y así lo ha hecho durante meses. Por eso extrañó tanto su ausencia continuada durante varias semanas en ‘Sálvame’.
Pero, como ave fénix, Mila regresó a su programa con valentía para sentarse ante el público y sus compañeros y contar por qué había faltado al programa, además de abrirse como nunca explicando en qué punto esta su enfermedad, compartiendo con detalles sus miedos, temores y la decisión que tiene que tomar próximamente.
UN MES EN LA CAMA
Sus compañeros la recibieron, como no podía ser de otra manera, con mucho cariño, y en un alarde de coquetería, con el pelo retirado del rostro con una bonita cinta amarilla, Mila agradecía sin dudarlo a las peluqueras de la cadena por el trabajo que habían hecho, explicando que le han cambiado la quimioterapia y que ahora no puede peinarse ni cepillarse el pelo; tiene que hacerlo con las manos para que no se caiga, porque además de la ‘quimio’ está siguiendo otro tratamiento para evitar perderlo. «Es un gorro a seis grados bajo cero durante cinco horas y media. Solamente para intentar que no se vaya del todo el pelo. Es que es una lucha tan increíble con todo…», explicaba mostrando en su voz el cansancio que arrastra y revelando que sigue esta terapia, que consiste en enfriar el pelo y el cuero cabelludo durante las sesiones para evitar que se debilite.
De esta manera desvelaba también que le han cambiado el tratamiento por otro más duro, ya que su cáncer se ha complicado porque una de las zonas afectadas «se ha disparado». Esa es la razón por la que no había tenido fuerzas para ir a trabajar, ya que, como explicó, ha estado casi un mes sin poder moverse «de la cama». Ante la atenta mirada de sus compañeros, que en estos tiempos de pandemia, donde no podemos abrazarnos, le intentaban inspirar ánimos con la mirada, Mila añadió:
Para mí, volver significa que estoy bien y puedo moverme. La gente estaba muy preocupada y yo también… Todo se decide dentro de 15 días, la semana que viene me hacen una nueva prueba. Me hacen un TAC y, dependiendo de eso, yo tomaré una decisión. Escucharé a mi doctora y decidiré si sigo con el tratamiento o no
ESCUCHARÁ A SU DOCTORA
Ante el silencio que se había adueñado del plató, Mila quiso matizar sus duras palabras explicando que está siendo mucho más duro de lo que esperaba, que no quiere que la traten como una enferma y sobre todo que desea tener calidad de Vida. «Mientras pueda estar así y pueda venir, bien. Pero si me dicen que esto va para larguísimo y que no saben si va a funcionar… se acabó el tratamiento, lo que dure», aseguraba con resignación y convencimiento. Era su amigo Jorge Javier (50) el que le recordaba que su último tratamiento había sido mejor y la animaba a escuchar a su doctora, intentando que viera la luz y la esperanza dentro del complicado proceso en el que se encuentra. Un consejo que ella aceptaba de buen grado, reconociendo que es cierto que la última sesión había sido más llevadera y que iba a escuchar a sus médicos, pero insistiendo en su idea de que no quiere seguir luchando si no hay esperanza. «A mí lo que me ha pasado este mes no se lo deseo a nadie porque no vives», confesaba intentando explicar su punto de vista y detallando que también tiene pensado 10 que haré si decide dejar el tratamiento: «Me voy de viaje, me compro una casa en el campo, vengo a trabajar todos los días… pero yo no voy a continuar». »
Lo cierto es que cualquiera con un mínimo de sensibilidad puede entender su cansancio físico y mental por el tratamiento, a lo que se suman los complicados momentos de pandemia que vivimos, en los que a su enfermedad se une la distancia física, que no emocional, de sus amigos y seres queridos. Mila es una persona profundamente familiar y, aunque vive sola en Madrid, siempre ha tenido una vida social activa con sus amigos y muy cercana a sus tres hermanos, su hija, Alba, y sus dos nietos. Hasta que llegó la pandemia, la colaboradora viajaba regularmente a Ámsterdam, donde viven, para disfrutar de ellos. Algo que hace un año que ya no puede hacer y que evidentemente ha hecho mella en su estado anímico. Precisamente a su hija y a su familia les ha pedido que entiendan las decisiones que pueda llegar a tomar con respecto a su vida y no oculta que están preocupados. La colaboradora explicó:
Soy una persona que me gusta vivir, pero con calidad de vida. A mí me dicen que esto tiene una duración de un tiempo y yo me organizo. No sé qué haría, pero estoy preparada, cada día más preparada.
SU MAYOR TEMOR
Esta no es la primera vez que Mila atraviesa un bajén anímico desde que comenzó su batalla, algo normal en pacientes con tratamientos duros y largos como el suyo. Por eso, todos aquellos que la quieren desean que este sea uno más y que, como es habitual en ella, resurja con toda la energía que siempre la ha caracterizado, una fuerza que la ha llevado a hablar de la muerte sin tapujos. «Es una reflexión que hago de mi vida, yo quiero morir bien. Y como le dije a Antonio Rossi esta mañana: ‘Si esto me dura dos años, a los 70 es supereducado morirse’. Es una edad muy elegante», decía con su habitual sentido del humor, que no ha perdido pese a las circunstancias.
Vital como nadie, la colaboradora asegura que no tiene miedo y, pese a su discurso pesimista, sus palabras dejaban traslucir un poso de esperanza: «Ojalá pueda decir que se ha ido el bicho, estoy rezando, porque quiero vivir […]. Pero si se acaba esto, es una tranquilidad para mí». Solo ella sabe el sufrimiento por el que está pasando, pero lo cierto es que ha decidido llevarlo con una dignidad increíble, y precisamente en este sentido asegura que lo que más sigue temiendo es que la gente la vea «enferma». «Me da miedo desmayarme, que tenga que ir al baño corriendo… estas cosas que no controlas con la enfermedad», confesó pudorosa para, justo después, volver a tirar de esa cuerda de optimismo que aún queda en su interior: «Pero estoy bien y no me va a pasar nada». Y con eso se quedan todos los que la quieren, su familia y sus amigos, muchos de ellos compañeros de Sálvame que no la van a soltar de la mano en este camino tan difícil y tortuoso por el que transita. Con su amor y compañía esperan volver a celebrar la vida a su lado, como siempre han hecho.
SU MEJOR VERSIÓN
Pese a la crudeza del relato que conté en Sálvame Mila colgaba esta imagen de plató en sus redes, muy guapa, con un look muy juvenil que le favorecía, una gran sonrisa en sus labios y el mensaje: «¡Empezamos!», dando muestra de su profesionalidad y de que, como dice el dicho popular la procesión va por dentro. Sus redes se llenaron de piropos y mensajes de ánimo de todos sus admiradores, que la habían echado en falta. Un cariño que quizá la ayude a decidir continuar hacia delante en su batalla contra el cáncer.
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