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Melania Trump, ¿elegante o vulgar?

Yo diría que todo junto. Y esa paradoja es justamente lo que la convierte en irresistible ¡Más que guapa! magnética, atractivísima, atemporal, e increíblemente, muy americana. ¿Y por qué? Pues muy fácil, porque el planteamiento es disparatado y por ello simpático, elocuente, gracioso, queridos…y porque nada aburrido puede ser hermoso, bello, conmovedor. Muy al contrario, pero ¡vamos a analizar!



La estética es la fuente de información más importante e inequívoca de la que disponemos en este mundo; para todos aquellos que se indignan cuando hablamos del atuendo y la imagen de las celebridades y altos dignatarios internacionales, les recomiendo desde el cariño y la maternidad, que no sean tan ingenuos ni superficiales, y que si lo son, que disimulen. Y no es que lo diga yo, que no paraba de decirlo Oscar Wilde (“Sólo los superficiales no juzgan por las apariencias”.)

Nos encanta Melania ¿verdad? Y es porque en ella se conjugan 3 circunstancias que la convierten en fabulosa:

– La primera, el hecho de ser la sufrida esposa, de mirada triste y casi siempre silente de esa forma de vida llamada Donald John Trump: «Piensa en grande y patea traseros en los negocios y la vida» este es el título de uno de los dos libros escritos por Trump donde podemos encontrar las bases de toda su filosofía, o mejor dicho, de su proceder. Trump, en adelante Triumf, ha triunfado porque es un triunfador que probablemente no ha parado de triunfar desde la guardería_puedo imaginármelo pateando traseritos con pañales y masticando con ansia los mejores chupetes como quien se fuma un habano carísimo echándole el humo al de al lado. Triunf se portaba mal en el colegio, llegaron a expulsarlo por su mala conducta, sin embargo la vida siempre le guardaba la cena calentita en el microondas. Y nada… pateando traseros, porque pateando traseros se llega a Roma… No me quiero extender… pero Melania dispara nuestra compasión y empatía. Tal vez nos equivoquemos y su marido sea un caballero dulce, sensible y romántico, en la convivencia más prosaica de la White House.. ¡Ojalá!



– La segunda, porque siendo bellísima, Melania, tiene cara de pertenecer a una banda de vendedores callejeros de armas blancas, crack, empanadas y heroína en Grozni. ¿o no? Mírenla bien. Les digo una cosa, amigos, me encanta como le sienta todo a la señora Trump, con su barriguita cervecera y sus hechuras generosas de terca y salvaje hembra sioux (de origen esloveno). ¡Es fascinante! En el mundo enloquecedoramente healthy que nos ha tocado vivir, donde todas las celebrities y royals empezando por las nuestras se alimentan de claras de huevo y smoothies, Melania aparenta seguir una dieta a base de carne roja, bombones, cerezas y champagne.

– La tercera, por sus espectaculares (y carísimos) estilismos, sembrados de alusiones y referencias a personajes y momentos del pasado, tan impecables como insolentes (pues dicen todo lo que ella calla) que nunca dejan a nadie indiferente. Porque Melania, no es discreta en absoluto ¿no me lo negarán? Melania siempre busca dar la campanada, Melania va a máximos y vean, un buen look debe ser armonioso, equilibrado, fino, pero sin dejar de señalar con descaro todo lo que se nos ha impuesto desde la necedad.

Esta semana Melania ha llegado al Reino Unido causando sensación. Mi estilismo favorito de su visita a la reina Isabel y el que perdurará fue el que lució en el primer banquete real en Palacio. Melania llegó a los jardines de Buckingham en modo “soy la lady del mundo” con un vestido midi-lapiz color blanco con detalles en el cuello y la cintura en azul marino.

El conjunto de Dolce&Gabbana, pero que podría ser perfectamente de la mítica lowcost “Blanco”, quería recordarnos a Eliza Doolittle alentando a los caballos en Ascot; lo remataba gloriosamente un sombrero muy clásico, homenaje a Lady Diana -de Hervé Pierre- en ambos colores.

Hay que aclarar que, a pesar del homenaje, nada tiene que ver Melania con Diana de Gales (DEP), otra musa incuestionable de talante diametralmente distinto; Lady Di era cien por cien elegante y Melania, todo hay que decirlo, es un poquito choni (y no me refiero a una choni en estado salvaje, asilvestrado). Melania proyecta un consustancial chonismo, muy rebajado por su situación actual, múltiples viajes y todo el aprendizaje cosmopolita que trae consigo su estilo de vida y su posición. Sin embargo, ese no demasiado grosero fondo choni de Melania, será difícil de sacudir.

La psicología de la choni es en algunos aspectos divertida y hasta loable ¡sí! Pero sobre todo es elemental. La mujer choni se mueve en pos de un solo objetivo que está por encima de todo, de la sensatez, de los huracanes, de los duelos y quebrantos, de sus padres o sus deudos, de las costumbres de las distintas confesiones religiosas, de Sigmund Freud, de Isaac Newton, de la economía, de la seguridad, de la etiqueta, del decoro, de los heridos de guerra, de los enfermos terminales, de Chernóbil, del diablo, de Mahoma, de Buda, de Pablo de Tarso, de la liberación femenina, del clima y los accidentes geográficos o meteorológicos, de Isabel la católica, de Gutenberg, de la historia, de la política, de la cultura, del temor de Dios o de otra clase: el objetivo último de la choni es estar buena, amigos, por eso vive.

Melania se debe a ello, quiere “estar buena siempre” y lo consigue con creces y, además, digna, hierática, circunspecta, mientras todo el universo ríe sin parar. ¡Musa! Cabe resaltar que en esta visita oficial ha sobreabundado el blanco tanto en Melania como en las demás protagonistas femeninas; desde la Reina Isabel II, Ivanka… hasta la mismísima Camila; todas se han inflado de blanco sin tener en cuenta los efectos adversos y se han visto perjudicadas. El blanco, lectores míos, sienta fatal (aunque a mí muy bien) y hay que administrarlo con tanta prevención como los corticoides para que sus resultados no sean contraproducentes.

La noche de la cena de Gala, también de blanco, nuestra querida duquesa de Cambridge llega por la escuadra luciendo un vestido ganador (si no hubiera tenido a escasos metros a Melania) de cuerpo ajustado con escote corazón, tirante ancho y preciosa falda de vuelo con cola. Un diseño, maravilloso sobre el papel, tallado en mini-volantes realizados en encaje blanco de Alexander McQueen. Pero Melania no se deja arrebatar el partido en absoluto. Tanta lisura (la de Middleton)… ese minimalismo.. (pavo, yogur desnatado, agua de pepino) ¡ay que aburridita!

Fin del partido: ¡Ni caso Kate! queda mucha liga…

La Razón


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