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Isabel Pantoja y su Inusual Decisión Final: Un Adiós sin Drama

Isabel Pantoja y sus retoños, menuda película, nos están montando. Resulta que la Pantoja ya tiene planeado su gran despedida y, oh sorpresa, no es una fiesta para su familia, sino más bien lo contrario. Parece que no quiere ni que se le acerquen cuando pase al más allá. ¿Pero qué demonios ha pasado aquí?

Todo comenzó con la aventura de Kiko Rivera en el quirófano. Resulta que tuvo un problemilla en el corazón y tuvo que ingresar al hospital. Isabel Pantoja, como cualquier madre, fue a verlo. Hasta ahí, todo normal. Pero ya sabemos que esta familia no es precisamente la de los almuerzos felices en domingo.

Beatriz Cortázar, la chismosa profesional que es, nos cuenta que Isabel vivió un momento de terror cuando fue a visitar a Kiko. Si bien esperaba un encuentro tranquilo, parece que no fue exactamente lo que ocurrió. ¿Y por qué? Pues porque Isa Pantoja, la hermanita querida, había soltado la sopa sobre la salud de Kiko. ¿El resultado? Kiko pensó que su madre había sido la del chivatazo y se puso como un toro bravo en pleno encierro. “¡Afuera, madre!” fue el grito de guerra.

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La madre de todos los dramas familiares decidió, para variar, tomar una decisión dramática. Beatriz, que tiene un don para escuchar conversaciones ajenas, nos dice que la Pantoja quiere desaparecer en la tumba sin ningún alboroto. Nada de alfombras rojas, ni flashes de paparazzi, ni llanto de hijos arrepentidos. Lo suyo es irse en plan ninja, acompañada solo por su hermano y su pandilla ultra reducida. ¿Qué pinta tan triste, no?

Contrario a lo que podríamos pensar, la diva de la copla prefiere un adiós sencillo, como si se fuera la vecina del quinto. ¿Por qué? Pues porque no quiere que nadie vaya a su funeral a hacer negocio. Sí, parece que desconfía de que, en lugar de lágrimas, lo que habrá son billetes. Pero claro, no podemos esperar menos de la señora que ha tenido más dramas que telenovela venezolana.

En resumen, la Pantoja no quiere que la quieran cuando ya esté seis pies bajo tierra, sino en vida. Ojalá, como dicen en mi pueblo, que esto no termine siendo una fiesta de lágrimas falsas y hipocresía cuando llegue su hora. Quién sabe, a lo mejor hasta se acaba reconciliando con toda la troupe antes de que suene la campana final. Pero, como dice el refrán, nunca se sabe lo que nos depara el destino. ¿O será que estamos ante una madre que no sabe querer a sus cachorros?


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