La audiencia y el público en general se está cansando de Belén Ro.
Ya pocos aguantan su actitud de diva, ese exceso de estupidez en cada poro de su piel, ese desprecio que derrocha cada vez que abre la boca.
Si. En Sálvame no desentona lo más mínimo. Es una más.
Pero el público tiene sus límites.
El otro día , sin ir más lejos, Belén hizo una “bromita” diciendo que cuando ella va a un prestigioso restaurante de Madrid, siempre se sienta en la misma mesa y que cuando llega, si está ocupada, le dice al dueño que haga levantar a quienes ocupan su lugar favorito.
“Prepotente”, “impresentable” y “amargada” son algunas de las lindezas que Belén Rodríguez se tuvo que escuchar por parte del público, aunque pareció no afectarle lo más mínimo.
“Lo que piense la gente en general me importa una mierda”
Dijo haciendo gala de su dulzura y simpatía.
Después explicó que se la había malinterpretado y que la audiencia no había sido capaz de entenderla y que había parte de “verdad” y otra de “mentira”.
“Llevo yendo al restaurante 14 años, soy cliente habitual. No se me puede tachar de clasista ni de que por famosa me dan la mesa. El dueño es muy amigo mío. Yo le llamo antes de ir y le pregunto si tienen mesa porque si no no como en otra”
“Es broma que yo levante a la gente de ningún sitio y pensaba que la gente tendría sentido del humor”
¿Sentido del humor?
¡Nena! No te has quitado la etiqueta de estúpida del vestido.
¡Haztelo mirar!
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