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La venganza de Mario Vargas Llosa

Del amor al odio hay un paso. Y ese precisamente es el que parecen haber dado Mario Vargas Llosa (86) e Isabel Preysler (71) tras el sorprendente anuncio de su ruptura a finales de diciembre. Ese día, a la sorpresa se unió el desconcierto, puesto que la «Socialité» confirmó el fin de su historia de amor, a la vez que insinuó que el motivo de este abrupto desenlace eran «los celos infundados» del escritor.

Un punto que él mismo desmintió molesto a viva voz ante la prensa y a través de filtraciones de su entorno. También el círculo de la filipina se apresuró a confirmar su versión, dando detalles de las supuestas broncas que el Nobel habría iniciado. Una situación, contaron, que Isabel no estaba dispuesta a aguantar más tiempo y por la que tomó la decisión de romper sin vuelta atrás.

Según una nueva información, bastante había soportado ya, puesto que la periodista Pilar Vidal ha asegurado que la reina de corazones quiso romper con el peruano hace dos años, pero finalmente se replanteó sus intenciones por la edad de su pareja, ya que le daba pena abandonarle

Por si toda esta historia no tuviera ya los suficientes tintes de telenovela para aventurar que en los próximos meses los dardos de ida y vuelta seguirán volando, un relato escrito por el Nobel en diciembre de 2020, ‘Los vientos’, ha venido a sembrar aún más confusión sobre lo que realmente paso en los ocho años que duró la relación y el posible descontento de Vargas Llosa.

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El cuento, que en su momento paso inadvertido, versa sobre un hombre de avanzada edad, profundamente arrepentido de haber abandonado a su esposa, Carmencita, curiosamente el mismo nombre de la ex de Llosa, Carmen Patricia (7 7), por una mujer «que no valía la pena». En las duras reflexiones sobre este romance, muchos han visto similitudes con su relación con Isabel, quien, si realmente este es un relato autobiográfico, no saldría muy bien parada.

Mario Vargas Llosa 910x1024 - La venganza de Mario Vargas Llosa

Ya me olvidé del nombre de aquella mujer… Nunca la quise. Por hacer lo que hice, mi vida se reventó y ya nunca más fui feliz. Fue un enamoramiento de la pichula, no del corazón. De esa pichula que ahora ya no me sirve de nada, salvo para hacer pipi, escribe en un fragmento que ha hecho correr ríos de tinta.

Sin embargo, la particular ‘venganza’ del literato no se quedaría ahí. En su momento, el relato se publicó incompleto y ha sido ahora cuando ha aparecido un final que, de nuevo, ha sido visto como parte de sus vivencias personales y una humillación hacia Isabel y su hija Tamara (41), a las que, según algunos, tacha de superficiales y obsesionadas con el mundo de la estética.

«Les dije que nunca había usado cremas protectoras y se escandalizaron. Me confesaron que todo el dinérico que ganan con trabajos eventuales y las pensiones que recibían por el mero hecho de existir lo invertían en pastillas, lociones, tónicos… todo aquello que impide el deterioro de la piel, los ojos y los dientes», reza el polémico párrafo, que bien podría definir cómo era el día a día en la mansión de Isabel. No en vano de sobra es conocido, ya que lo ha relatado muchas veces ella misma, el esmero con el que la filipina cuida su físico.

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Pero en este punto es donde muchos también han visto cierta hipocresía en la narración de Mario. Y es que, durante los años que compartió con Preysler, el peruano ha sido un asiduo visitante de clínicas de estética e incluso tenía una cita ineludible anual con su novia y en ocasiones con Tamara en la clínica Buchinguer de Marbella.

En esos 21 días de relax y sanación, el Nobel ayunaba, nadaba y practicaba ‘chi kun‘, como él mismo contó, para mejorar la relación con su cuerpo. Eso no es todo. Según ha desvelado también Pilar Vidal, el autor se acostumbró en un abrir y cerrar de ojos a las exquisitas rutinas de Puerta dey Hierro: tenía un mayordomo, una cocinera, utilizaba cremas antes de irse a dormir y era asiduo a la manicura y pedicura.

Sin duda, una vida de esmerados cuidados que poco dista de esa que tacha de frívola e intrascendente. Isabel, de momento, mantiene un discreto silencio, mientras que el peruano se ha limitado a asegurar que «para nada» es una venganza, aunque se ha reafirmado sobre lo expresado: «No me arrepiento de nada».


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