A sus 81 años, doña Sofía está viviendo uno de los momentos más complicados de su vida que parece tenerla sumida en una gran tristeza.
Y es que, como a tantas otras personas, las medidas de aislamiento frente al coronavirus le están pasando factura a nivel anímico por obligarla a permanecer separada de sus seres queridos durante tanto tiempo.
Desde que el pasado 6 de marzo acudiera a su último acto público, la esposa de don Juan Carlos (82) no ha salido de Zarzuela y, al parecer, tampoco se ha visto con el emérito a lo largo de estos tres meses. Cada uno ocupa un pabellón distinto del palacio y la única compañía de Sofía es su hermana, Irene (78).
Y, aunque el tener a esta a su lado la ha ayudado a sobrellevar algo mejor las largas semanas de encierro, ha vivido con gran disgusto no poder asistir a una cita muy especial para ella: el cumpleaños de su hermano, Constantino de Grecia.
El rey heleno acaba de cumplir 80 años, una edad que seguro le hubiese gustado celebrar por todo lo alto, como ya lo hizo hace una década. En aquel entonces, la emérita fue una de las invitadas de honor a la gran fiesta que organizo, pero en esta ocasión no ha podido ser. Algo que ha sido un duro varapalo para ambos, ya que están muy unidos y les encanta pasar tiempo juntos. De hecho, la esposa de don Juan Carlos va a visitarle siempre que puede, tal y como ha confesado el griego, que parece sentir una debilidad especial por su hermana mayor:
«Estoy lleno de admiración por lo que mi hermana Sofía ha hecho por su país, España. Gracias a Dios, nos vemos a menudo». Además, él mismo confiesa lo mucho que disfruta la emérita cuando está con sus seres queridos:
«Sofía tiene un corazón muy grande y un maravilloso sentido del humor. Lo que siempre admire de ella es su manera de reunir a la familia donde quiera que vaya». De ahí que ahora la madre de don Felipe (52) esté sufriendo tanto por no poder viajar a su tierra a ver a sus parientes griegos, lo que ha hecho que la tristeza se apodere de ella.
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