Fallece el papa Francisco a los 88 años en su residencia vaticana tras no superar una grave afección pulmonar
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Una despedida inesperada: el adiós definitivo al pontífice argentino
En la mañana del lunes 21 de abril, el mundo católico y la comunidad internacional despertaban con una noticia profundamente conmovedora: el papa Francisco, líder espiritual de más de 1.300 millones de católicos, ha fallecido a la edad de 88 años. Su deceso se produjo en la tranquilidad de su residencia en la Casa Santa Marta, en el Vaticano, a las 7:35 de la mañana, después de no haber logrado superar una grave afección pulmonar que arrastraba desde hacía semanas.
Últimos esfuerzos médicos y un pronóstico reservado
El hospital Gemelli de Roma, centro de referencia para los pontífices desde hace décadas, fue el lugar donde Jorge Mario Bergoglio permaneció ingresado desde el pasado 14 de febrero. Allí, bajo estricta supervisión médica, se intentaron todas las medidas posibles para preservar la salud del Santo Padre. A pesar de que el 23 de marzo fue dado de alta, el cuadro clínico del pontífice continuó siendo frágil y altamente preocupante.
Francisco padecía una neumonía bilateral, lo que complicó significativamente su recuperación. Las comunicaciones oficiales del Vaticano ofrecían información dosificada y prudente, intentando preservar la intimidad del papa sin alarmar innecesariamente a los fieles. Sin embargo, la enfermedad avanzó con rapidez y agresividad, terminando por apagar la vida del primer papa latinoamericano de la historia.
El último gesto público: una bendición entre susurros
Lo que hoy ya se considera una despedida simbólica y providencial, tuvo lugar el Domingo de Pascua, apenas 24 horas antes de su fallecimiento. En un gesto de fortaleza y compromiso con su misión, el papa salió al balcón central de la Plaza de San Pedro para impartir la tradicional bendición “Urbi et Orbi”, a pesar de que su voz era apenas un murmullo y su respiración, visiblemente fatigada.
Más de 35.000 fieles se congregaron en la explanada vaticana, conscientes de que aquel momento podía ser histórico. Entre vítores y lágrimas, se escuchaban cánticos de “¡Viva el Papa!”, sabiendo que esa podría ser la última vez que verían a Francisco en público.
Una vida marcada por la salud y la resiliencia
Desde joven, Bergoglio convivió con importantes problemas de salud. En una reveladora conversación con el médico y periodista Nelson Castro, publicada por ‘Vanity Fair’, el papa confesó que ya en su juventud tuvo que ser intervenido quirúrgicamente para extirparle el lóbulo superior del pulmón derecho, afectado por quistes tras un severo brote de gripe asiática.
A lo largo de su pontificado, iniciado en 2013, Francisco fue ingresado en múltiples ocasiones, incluyendo una delicada operación de colon en 2021. A estos antecedentes se sumaban dolores lumbares crónicos y una movilidad cada vez más reducida. Aun así, jamás contempló abandonar su labor. “El papado es una misión para toda la vida”, afirmaba con convicción.
El papa que pensaba en la muerte con serenidad
Lejos de temer a la muerte, Francisco hablaba de ella con una naturalidad que asombraba incluso a sus allegados. En aquella misma entrevista con Nelson Castro, compartía que imaginaba su final “en Roma, ya sea en el Vaticano o en un hogar para sacerdotes jubilados”, vaticinando con precisión lo que sería su destino final.
El 28 de febrero de este año, el papa sufrió una crisis respiratoria de extrema gravedad, que por momentos puso en vilo a la Santa Sede. El cuerpo médico logró estabilizarle, pero la amenaza se mantuvo latente. Desde entonces, las apariciones públicas del pontífice fueron escasas y, en ocasiones, sustituidas por cardenales de confianza.
Una gestión revolucionaria hasta el último suspiro
Francisco será recordado como uno de los papas más reformistas del último siglo. Su enfoque social, su defensa de los migrantes, su crítica a las estructuras de poder dentro de la Iglesia y su búsqueda de un papado más cercano, lo posicionaron como un líder global más allá del ámbito religioso. Su partida marca el fin de una era y el inicio de una reflexión profunda en el seno de la Iglesia católica.
Revisión del protocolo funerario: Francisco y su última revolución
Incluso en sus últimos días, el pontífice quiso dejar su sello personal en el ritual de despedida papal. En una entrevista concedida a la periodista mexicana Valentina Alazraki, para un canal de televisión latinoamericano, el papa confesó que había revisado personalmente los protocolos del “Novendiali”, las exequias oficiales que duran nueve días tras el fallecimiento de un papa. “Lo hemos simplificado bastante. Había que hacerlo. ¡Seré el primero en demostrarlo!”, declaró con una sonrisa que hoy se recuerda con emoción.
Un entierro fuera de los muros vaticanos
Rompiendo con la tradición de sus predecesores, Francisco expresó su voluntad de no ser enterrado bajo la basílica de San Pedro, donde reposan los restos de 23 papas anteriores. Su deseo era más humilde y profundamente simbólico: ser sepultado en la basílica de Santa María la Mayor, una iglesia romana que siempre consideró cercana a su espiritualidad y misión.
Este gesto lo acerca a León XIII, quien también optó por ser enterrado en la basílica de San Juan de Letrán, rompiendo con los cánones establecidos en su época.
Con su muerte, el papa Francisco deja un legado profundamente humano, reformista y espiritual. Su papado fue una constante lucha por reconciliar la Iglesia con el mundo moderno, por escuchar a los más vulnerables, y por enfrentar con honestidad los desafíos estructurales del Vaticano.
El Camino Sinodal Alemán, los procesos de revisión de abusos dentro de la Iglesia, sus pronunciamientos a favor de una mayor inclusión, y su cercanía a los más necesitados, son solo algunas de las muchas reformas que impulsó. En la historia reciente, pocos pontífices han generado tanta controversia, admiración y amor.
Hoy el mundo despide a un hombre que, con humildad jesuita y determinación pastoral, transformó la manera de entender el papado en el siglo XXI.
Redactora Jefe de GATITAROSA.com
Sin pelos en la lengua y sin casarme con nadie. Arremeto contra todo lo que no es justo. ¡Y hay muchas cosas que no son justas!
Amiga de mis amigos. Como amiga tengo mis defectos… pero como enemiga soy perfecta.
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