Conociendo un poco más a la Reina Letizia

La reina, que gana en las distancias cortas, es una persona divertida, cercana, con un gran sentido del humor y una curiosidad innata, a la que le sigue gustando pasear por Madrid e ir a la compra y que ha criado a sus hijas sin niñeras.

El 15 de septiembre, Letizia Ortiz (49) cumple medio siglo y, a pesar de llevar casi dos décadas en el seno de los Borbones y de ser la reina de España, aún hay muchos aspectos desconocidos de su vida. La esposa de Felipe VI (54) siempre ha protegido al máximo su intimidad y esto conlleva que esté rodeada de un halo de misterio.

Es la primera soberana de la monarquía española con sangre plebeya y esto ha marcado, para bien, su influencia notable en la institución. No es reina desde la cuna y no fue educada para ello, como Doña Sofía (83), pero ahí reside uno de sus grandes Valores, ya que ha acercado a los Borbones a la realidad del pueblo llano. Un mundo en el que ella vivió hasta que se enamoró del entonces príncipe de Asturias y abandonó que más le gustaba: su profesión de periodista.

Precisamente, su mentalidad crítica y abierta es lo que algunos tachan como rebeldía, pero solo es su manera de mejorar ciertos aspectos de la monarquía para adaptarla a los tiempos modernos. No se conforma con que las cosas se hayan hecho siempre de la misma manera y no olvida su pasado. De hecho, irónicamente y en su círculo de confianza, se refiere con esta frase a su época de periodista: «Si, cuando era persona».

Muy inteligente, sabe que lo que refleja es su papel de reina, pero de puertas adentro sigue siendo la misma persona divertida, apasionada y visceral que era. Conocedora de cómo funciona la profesión, es de las pocas monarcas que nunca han concedido una entre vista y así parece que seguirá siendo. Pero con el paso de los años, y totalmente afianzada en su papel, poco a poco está dejando que la conozcamos algo más y no ha podido evitar que acabe trascendiendo su faceta más personal, de la mujer que se ‘esconde’.

EMPÁTICA CON LOS SUYOS

Para Letizia ser reina es un trabajo, y como tal se lo toma. Por eso, aunque le pese, no renuncia a mostrar una imagen perfecta alzada en altísimos tacones, uno de sus sellos de identidad. Y eso que esta ‘afición’ le ha provocado una metatarsalgia crónica, una inflamación entre la zona medía de la planta del pie que ha hecho que ahora «aborrezca» los tacones por el dolor que le producen.

Tampoco le gusta mucho que la prensa se ocupe más de los ‘looks’ que luce que de su trabajo, pero, consciente de ello, lo utiliza sabiamente para que tenga repercusión. Escribe personalmente sus discursos, que son supervisados por Zarzuela, que los imprime en letras mayúsculas, porque otro de sus grandes secretos es que es miope, pese a que nunca se la ha visto, ni en privado ni en público, con gafas graduadas.

Aseguran que gana en las distancias cortas, que es muy cercana, que se preocupa de las personas que trabajan con ella y los llama por su nombre de pila. En privado, habla alto, claro, rápido y siempre acompaña sus palabras de gestos con las manos, como hemos visto en alguna ocasión.

Para aclarar la voz, siempre lleva unos caramelos de menta en el bolso, un truco de su época de presentadora de informativos. La reina también añora el anonimato y, por eso, suele pasear por la capital oculta tras una gorra y gafas de sol. Además, adora ir a comprar libros o visitar el supermercado, ya que esta es su «forma de palpar una realidad de la que no quiere abstraerse».

Siempre preocupada por la alimentación, pide al proveedor de pescado de Zarzuela sardinas gordas ahora que están en temporada, y afirman que compra tomates personalmente en una gran superficie.

Decidida a dar cierta normalidad a la vida de sus hijas, Leonor (16) y Sofía (15) siempre han compartido habitación pese a vivir en un palacio, nunca han tenido niñeras y, educadas en el feminismo y en el valor de las cosas, no se les permite tener vaqueros ni deportivas de lujo.

Perfeccionista hasta el extremo, la reina también sabe cuál sigue siendo su asignatura pendiente: ser más empática en público y conectar mejor con el pueblo, como confesó hace tiempo a sus íntimos en privado: «Felipe nació sabiendo agradar, le educaron para ello. Yo no, pero trabajo para mejorar». Algo que, a buen seguro, lograra.