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Charlene de Mónaco se ha convertido en la nueva princesa triste

La delicada situación «física y moral» en la que se encuentra la mujer del príncipe Alberto, que la ha llevado a tener que ser ingresada en una clínica, recuerda cada vez más a la dramática vida de Diana de Gales.

Aunque todas las niñas suenan con ser princesas, lo cierto es que no todos los cuentos de hadas tienen un final feliz y el que comenzó a vivir Charlene Wittstock (43) cuando Alberto de Mónaco (63) se cruzó en su vida va camino de convertirse en uno de ellos.

Tras permanecer seis meses en Sudáfrica para recuperarse de una infección de garganta, nariz y oídos y someterse a tres operaciones, su situación, lejos de mejorar, es cada vez más preocupante. De hecho, su reciente ingreso en una clínica especializada en trastornos alimentarios, adicciones y problemas como la ansiedad o la depresión ha hecho saltar todas las alarmas. Tanto es así que el propio soberano monegasco se ha visto obligado a romper el hermetismo con el que se estaba tratando el tema para aclarar, en parte, qué le pasa a su mujer.

«Charlene estaba muy exhausta. Un agotamiento general, físico y moral, que no puede tratarse más que con un periodo de descanso y un seguimiento médico fuera de Mónaco», ha asegurado Alberto al medio francés ‘Paris Match’.

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El soberano insiste en que el decaimiento de su mujer es una consecuencia «de todas las operaciones que ha sufrido en los \últimos meses». Sin embargo, algunos medios apuntan a que tras este ingreso hay algo más, puesto que la tristeza de Charlene no es nueva.

LA HISTORIA SE REPITE

De hecho, muchos han sido los que se han referido a la sudafricana como la nueva ‘princesa triste título que, para su desgracia, ostenté Lady Di. Solo hay que echar un vistazo a sus respectivas vidas para darse cuenta de que los paralelismos entre ambas son cada vez más notables y estén relacionados con sus decepciones sentimentales, su falta de adaptación a la vida en palacio, la presión mediática o sus enfermedades.

En el terreno sentimental, ambas pensaron que habían encontrado al verdadero ‘príncipe azul’, pero la realidad no tardó en golpearlas de lleno. Así, mientras que Diana de Gales siempre supo que su matrimonio era «cosa de tres», Charlene fue la novia más triste que se ha visto nunca. La proliferación de hijos secretos de Alberto de Mónaco no ayudé a afianzar el matrimonio. Tampoco el hecho de verse continuamente expuesta a la opinión pública o cuestionada por su propia familia política -en especial por Carolina (64)-, algo que también sufrió Lady Di, siempre con la fría mirada de la reina reprobando su espontaneidad. Y es que ninguna de las dos logré adaptarse a los regios ‘protocolos ni a la vida en palacio y el resultado de tanta presión fue, en el caso de ambas, diversos trastorno y problemas de salud. Eso si, la gran diferencia entre estas dos mujeres es que mientras que para la inglesa sus hijos fueron su tabla de salvación, en el caso de la sudafricana los pequeños Jacques y Gabriella no han logrado darle la estabilidad que se esperaba, ni a ella ni a su matrimonio con Alberto. Aun así, él insiste en que siguen juntos y enamorados:

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«Nuestra pareja no está en absoluto en peligro. Todos estamos pensando en ella mientras esperamos su regreso definitivo». Sin embargo, nadie sabe si eso se producirá, ya que numerosas fuentes aseguran que la marcha de Charlene a Sudáfrica estuvo motivada por una infidelidad de su marido, lo que habría hecho mella en su ya delicado ánimo.

Una tristeza que se ha convertido en su seña de identidad y que ella misma reconoció asegurando: «A veces es difícil sonreír, la gente no sabe por lo que estás pasando». Un sentimiento que Lady Di compartiría.


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