«Estos premios, aunque sean pequeñitos, me estén ayudando mucho», ha asegurado la actriz al recoger el Yago de Honor en el que ha sido su primer acto público tras la muerte de su hijo.
Pese al pozo de tristeza en el que vive sumida desde que hace diez meses falleciera su hijo, Alex, Ana Obregón (66) ha vuelto a intentar sacar fuerzas para volver a la vida. Esta vez ha sido para recoger el premio Yago de Honor a su carrera, un galardón que reconoce a los grandes olvidados de los Goya y que, tras aceptar presentar las campanadas en TVE el pasado 31 de diciembre, ha supuesto el regreso de la actriz a la escena pública. «Cuesta», reconocía nerviosa y a la vez emocionada la actriz al ponerse frente a los fotógrafos y periodistas en el photocall, quienes aprovechaban para animarla pidiendo que no perdiera «la sonrisa». Y, aunque no fue fácil, la madrileña intentó disfrutar de una de las pocas alegrías de este difícil año. «Estos premios, aunque sean pequeñitos, me están ayudando mucho», explicaba al subirse al escenario junto con el director Fernando Colomo (75), con el que trabajó en La vida alegre y encargado de hacerle entrega de este reconocimiento.
Allí fue donde Ana volvió a desplegar su espontaneidad y sentido del humor, reconociendo incluso que estaba «por descalzarse» debido a los problemas que le estaban dando los tacones. Durante su emotivo discurso, Ana quiso agradecer el premio a los directores, actores y equipos que la han arropado en estos 40 años e hizo una referencia a su estado anímico. «Ahora, desgraciadamente, me ha tocado interpretar una película que no me gusta nada. Este personaje lo voy a defender de la forma más digna que pueda», dijo antes de romperse al agradecérselo a su hijo: «Sé que allá donde esté va a estar muy feliz». Otro de los momentos más emotivos tuvo lugar cuando Jordi Evole (46), también galardonado, dedicó su premio a la actriz: «En este año de abrazos escasos creo que todos habríamos querido abrazarla».
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