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Ana Obregón nos abre su alma

Ana Obregón nos abre su alma

Con el corazón roto, la artista cuenta como ha sido el año más difícil de su vida y la dura lección que ha tenido que aprender: «Me siento muy libre porque ahora no tengo miedo a nada».

El dolor, las lágrimas y los recuerdos se han instalado en el corazón de Ana Obregón (66) desde que hace casi un año perdió a su hijo, Alex, después de meses de luchar con todas sus fuerzas y con una valentía admirable contra el cáncer. El 13 de mayo es una fecha que la ex de Alessandro Lequio (60) tiene grabada a fuego en su alma; ese día se cumplirá el primer aniversario de la muerte del joven, una fecha que supondrá una dura prueba y en la que los recuerdos volverán irremediablemente a su cabeza. Aunque ella recuerda a diario lo que ha vivido al lado de su hijo y cuáles han sido sus emociones en el año más difícil de su vida, y así lo ha contado en una conmovedora y sincera entrevista en la revista Vanity Fair. «Me morí el día que se fue mi hijo. Me morí. Sé que voy a renacer, pero estoy muerta», ha asegurado con un dolor desgarrador imposible de obviar.

«LE DIJE QUE NO MORIRÍA»

Esa tristeza que ahora vive Ana Obregón llegó a su vida hace ya tiempo, concretamente en marzo de Fue entonces cuando recibió el duro diagnóstico de su hijo y jamás olvidará cómo supo la noticia: «Alex entró en mi cuarto y yo estaba sentada en la cama. Me dijo: ‘Mami, han llamado del hospital. Es malo. Es cáncer’. Y yo contesté: ‘No pasa nada, hijo’. Me acuerdo de que preguntó: ¿Me voy a morir?’. Le respondí: ‘No‘. La actriz fue contundente; iba a hacer todo lo que estuviera en su mano para ayudar a su pequeño. No lloré, no había tiempo, tenía que salvar la vida» de Alex. Se armó de valor y llamó a todas las puertas que encontró, y así fue como llegó hasta el doctor Josep Baselga, el entonces director del Memorial Sloan Kettering Cancer Center de Nueva York, donde inició un tratamiento innovador. Meses después, el tumor se había reducido considerablemente hasta que llegó el momento en el que los médicos les comunicaron que:Alex estaba «limpio». «Ahí es cuando conocí la verdadera felicidad. Le salió pelo, venga a dejarse barba… Estaba orgulloso. Fueron los ocho meses más felices de mi vida», rememora sobre aquella etapa en la que la enfermedad le dio una tregua al joven.

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Pero todo se derrumbó bajo los pies de Ana en septiembre de 2019; su hijo sufrió una recaída. Tras un ingreso en Madrid se trasladó a una clínica en Barcelona para seguir un tratamiento y su madre lo dejó todo para estar a su lado hasta su último día de vida. «Me había ido al apartamento a duchar y me quería echar una hora, pero le acababan de hacer un TAC y Alessandro me llamó: ‘Ana, ven. Ya no hay tiempo’. Estuvimos 48 horas cogiéndole los dos de la mano… Y así se fue. Me quedé abrazada a él bastantes horas. Luego se lo llevaron», ha confesado con gran fortaleza sobre el momento más difícil de su existencia. Después, su vida se rompió para siempre y el sufrimiento se hizo insoportable: «Mi dolor es su dolor porque él quería vivir. Amaba la vida. Me duele su dolor de no estar aquí. La persona más vitalista que he visto nunca. Aunque, por otro lado, me siento muy libre porque ahora no tengo miedo a nada», ha confesado porque, después de perder a su hijo, ya nada le puede causar un dolor tan inmenso.

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DOLOR COMÚN

A pesar de lo difícil que ha sido y sigue siendo, Obregón ha decidido no recurrir a ninguna ayuda para aprender a vivir con la ausencia de su hijo: «Ni psicólogo ni pastillas. El ejemplo de luchar por uno mismo me lo ha dado mi hijo. Si yo empezara ahora con el vino o las pastillas, no me los quitaba nunca. Tengo que hacerlo sola. Sé que algún día las heridas cicatrizaran, pero por ahora mi corazón sigue sangrando lágrimas. Para apoyarla en estos momentos tiene a su lado a su familia y a Alessandro, con el que comparte el mismo sufrimiento. «A él no le tengo que explicar mi dolor. Viene todas las semanas y le preparo el plato favorito de Alex: albóndigas con tomate y arroz», ha confesado sobre el consuelo que supone tener a su ex cerca. Además de sus seres queridos, los pocos proyectos profesionales que ha aceptado en estos últimos meses han supuesto una tabla de salvación para ella. En especial hubo uno que, aunque le costó aceptar, supuso un verdadero empuje para ella. Y ese fue el honor de presentar las campanadas: «Hasta ese momento estaba como flotando en la nada. Pero sabía que mi hijo me iba a mandar las fuerzas necesarias para transmitir un mensaje de esperanza a toda España». A todo esto se une también la ilusión por la fundación que quiere poner en marcha en honor de su hijo con el objetivo de recaudar fondos para la investigación contra el cáncer.


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